SER EJEMPLO/INFLUENCIA. 2. Evangelio y sufrimientos [2º Timoteo 1:8-12]


SER EJEMPLO/INFLUENCIA. 2.
Evangelio y sufrimientos [2º Timoteo 1:8-12]

EVANGELIO Y SUFRIMIENTOS
2 Timoteo 1:8-12

Las circunstancias que rodeaban a Timoteo al momento en que esta carta le llegaba eran un poco extrañas para la posición que debía defender. Él debía prevalecer y afirmar el estandarte de su FE sobre una creencia basada en la persona de Jesucristo quien había muerto como un reo criminal, y en la que Pablo, su mentor principal, estaba preso. Estas eran razones suficientes para avergonzar y desanimar a cualquiera.

Punto 1. Sufrir penalidades por hacer el bien.
Pablo conociendo esta difícil situación a la que Timoteo estaba expuesto, más allá de eso, establece un punto que es ineludible en el evangelio y este es que sufrir penalidades nada tiene que ver con un resultado de realizar cosas inapropiadas, indebidas, malas, ilícitas, indecorosas o pecaminosas, sino que como Cristo padeció injustamente todos están expuestos al injusto padecimiento por el simple hecho de hacer lo correcto.

Punto 2: Tener el espíritu de Dios es ser influencia.
Esta imagen es la que Jesús expuso cuando dijo que una luz no se debía poner debajo de un cajón sino arriba de la mesa para que pueda alumbrar (Mateo 5:15, Lucas 11:33). El propósito de la luz es influenciar con su naturaleza. Esta verdad no admite siquiera la posibilidad de la cobardía porque sería incoherente que alguien con un arma superpoderosa pueda ser amedrentado y retroceda acobardado por hacer lo que es correcto. No es una posibilidad tener el espíritu de Dios, su poder, su amor, y el dominio propio y ser un cobarde. Es por esto que no hay motivos de que avergonzarse o de estar desanimado. Si bien estos son sentimientos que pueden querer dominarnos, el poder de Cristo es suficiente porque nos posiciona sobre cualquier obstáculo.

Punto 3: Solo se puede vencer con el vencedor.
Nada tiene que ver con nosotros ni con nuestras obras, ni con nada que se le parezca, sino que todo radica en:
   *  Aquel quien nos salvó.
   *  Aquel quien nos llamó con su santo llamado.
   *  Aquel quien nos llamó según su propósito.
   *  La gracia que nos ha dado Cristo antes de los tiempos de los siglos.

Todo esto posibilitado por Jesucristo quien nos arrebató de las manos de la muerte y nos planto en la luz de la vida y la inmortalidad por el evangelio. Esto es grande, es mayúsculo, superlativo y sublime. Esto nos lleva a considerar si avergonzarnos, desanimarnos o acobardarnos no es realmente una falta de respeto a la gloriosa obra de Cristo. 

Podemos entonces decir: “padezco y no me avergüenzo porque haber creído en Cristo es aferrarnos a las cosas gloriosas”. Nuestras vidas están en sus manos y no hay chance de pensar que algo vaya a salir mal mientras esperamos su venida.
Vergonzoso sería no haber persistido en las cosas sublimes que conocemos por medio de su palabra, que es firme y sin sombra de dudas.



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