A qué o a quién seguimos - Exposición Bíblica

Referencia: San Juan 6:25-58, Juan 6:1-15



Algo estaba pasando en Galilea.
Podemos leer, en San Juan 6:25 al 58, una conversación entre Jesús y los judíos que nos puede resultar extraña porque ambos están hablando cosas diferentes. Surge en este fragmento de la Palabra de Dios repuestas importantes e interrogantes tales como: ¿A qué o a quién seguimos?

En el relato de San Juan titulado “el Pan de Vida”, comienza diciendo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Verso 26). Jesús aquí hace referencia a la alimentación de los cinco mil, y les dice “enfáticamente” (*1), a ustedes le ha interesado más saciar sus estómagos que entender esto como una señal de que “YO SOY” (*2) el hijo de Dios.

Luego Jesús establece una respuesta a la pregunta: ¿Que debemos creer?: “debemos procurar de manera determinada y resuelta la comida que sólo Jesús puede dar, y esta pertenece a la vida eterna, y no tiene nada que ver con el pan que había multiplicado el día anterior” (Verso 27).
La respuesta de los judíos es automática: ¿Qué debemos poner en práctica entonces? (Verso 28). Lo cual sólo demuestra que no estaban entendiendo. Los judíos seguían creyendo que tenían que hacer méritos para llegar al cielo, entonces Jesús les responde: Crean en mí, a quién Dios envió (Verso 29). Es decir: dejen de buscar las cosas materiales, dejen el amor al dinero, dejen de buscar soluciones mágicas, dejen de saciar sus estómagos pero sacien todo su ser, crean que YO SOY (*2) (Título de Dios en el antiguo pacto) el hijo de Dios. 

Los versos que siguen (30 y 31) exponen que los judíos querían que Jesús demuestre si era más que Moisés. Ellos veían a Jesús como un profeta más, para ellos Jesús tenía que hacer algo más que alimentar a cinco mil personas. Jesús conociendo lo que pensaban les dijo: No fue Moisés quién les dio el Pan del Cielo, sino que es Dios quien lo da (Verso 32). Es entonces que Jesús expone el principio supremo: “El pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Verso 33). La respuesta nuevamente no se deja esperar: ¡Danos ese pan! (Verso 34). Esta respuesta no es una respuesta súper espiritual como parece sino que es la matemática del ser humano para buscar su propio provecho: Moisés nos dio pan del cielo por cuarenta años a más de un millón de personas, Jesús sólo un día a tan sólo cinco mil, nosotros queremos una señal mayor: “¡danos pan siempre, o por lo menos cincuenta años! ¡demuéstranos que eres más que Moisés y danos beneficios materiales toda la vida!

Ellos buscaban su propio beneficio, su propio provecho, las cosas materiales, un profeta que haga milagros y los libere de Roma, y toda clase de requerimientos egoístas, etcétera. Ellos estaban diciendo: ¡Hacé algo ahora! ¡demostralo! ¡tengo necesidades y quiero que sirvas para algo, porque si no servís para mis necesidades no servís para nada! ¡Dame, dame, dame, dame, dame o no te queremos! ¡Demostralo, alimentanos, obedecenos o andate!
Jesús nuevamente responde: “YO SOY el Pan de VIDA; el que a mi viene nunca tendrá hambre y el que en mi cree no tendrá sed jamás” (Verso 35). Aún así, me ven pero no creen en mí (Verso 36). 
En los próximos versículos Jesús sigue declarando verdad tras verdad mientras los judíos siguen murmurando y negando la veracidad de sus palabras.

Las palabras de Jesús son tan contundentes que no deja lugar a dudas. Su discurso comienza a ser cada vez más radical, impactante, shockeante e inquietante.
Mas adelante podemos leer estas declaraciones significativas:

Juan 6:47-58
47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. 52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 

Debemos creer en Jesucristo por sobre toda cosa, situación, milagro, asunto, persona o cosa. Debemos creer en Él por sobre todo, creer de manera absoluta e incondicional. Es tener confianza plena, de tal manera que podemos dejar en sus manos todo lo que somos, hacemos, tenemos, etcétera. Confianza plena y total.
¡¡¡Él es el pan de vida!!! Participar de esta comida es participar de la vida eterna. Jesús es quién desciende del cielo, y el que participa de Él no va a morir. Este es el secreto de la vida eterna. El iba a dar su carne para que nosotros podamos participar de Él. Él es el pan, Él iba a dar su cuerpo, Él iba a dar su vida por el mundo. Y así fue, para que nosotros ahora podamos participar de Él.

EL PAN
Jesús estaba hablando de la verdad, de la obra en la cruz y de la muerte sustituta para el que quisiera participar con Él. El Pan era visto en la época de Jesús como un alimento infaltable y esencial, la base principal nutritiva de todo hogar, la manera de recibir al visitante, una fabricación que desde el hogar se trasmitía de manera tradicional generación tras generación y día tras día, guardando un poco de masa todos los días para fermentar al día siguiente la nueva masa. El pan era social, era cultural, era la vida misma para los Judíos que recordaban que el sustento de Dios desde el cielo (Maná) los mantuvo vivos en el desierto por cuarenta años. El PAN era un símbolo de la base de la vida cotidiana en todo sentido y Jesús le dio ese sentido en su predicación para hablar de esa base primordial de la vida espiritual a través de Él. Esto es grande, esto es importante, esto es glorioso, esta es la revelación de Dios mismo por medio de su hijo Jesucristo.

Jesús, la última noche que estuvo con sus discípulos, “tomo pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo” (Marcos 14: 22). Pablo declara en el libro de corintios: “Haced esto en memoria de mi” (1º Corintios 11:24) y también: Todas las veces que lo hagamos la muerte del Señor anunciamos hasta que Él venga (1º Corintios 11:26).

La pregunta es: ¿Creen en esto? ¿Qué o quién es Jesús para ustedes? ¿Qué significa Jesucristo para ustedes o para su familia? ¿Creemos en Él? O creemos cualquier otra cosa menos lo que Él quiere que creamos de Él. ¿Creemos más en nuestras necesidades y en lo que requerimos para beneficio propio o creemos en quién puede suplir todo en nuestras vidas para beneficio de su gloria?

¿Que estamos buscando? ¿Estamos buscando nuestro beneficio propio, nuestro propio provecho, cosas materiales, un profeta que haga milagros y nos libere de nuestras difíciles situaciones para después seguir haciendo lo que queremos hacer? ¿Qué clase de Dios/dios es el que nosotros creemos? ¿Creemos realmente en Dios y en su hijo Jesucristo con confianza plena?

Antes dijimos: Debemos creer en Jesucristo por sobre toda cosa, situación, milagro, asunto, persona o cosa. Debemos creer en Él por sobre todo, creer de manera absoluta e incondicional. Es tener confianza plena, de tal manera que podemos dejar en sus manos todo lo que somos, hacemos, tenemos, etcétera. Confianza plena y total.
El salmista decía: “…fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmos 73:25).

EL VINO
El relato sigue así…

53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

¿Beber su sangre? Estamos hablando de algo totalmente desagradable para los judíos del primer siglo, pero Jesús estaba dando una verdad espiritual increíble. Ellos quizá no habían recordado que Moisés mismo había realizado junto el pueblo un pacto a Dios por medio de la sangre de sacrificios (Éxodo 24:6-8): “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas”. Quizá tampoco habrían traído a memoria de que habría un nuevo pacto que el profeta Jeremías había declarado de parte de Dios (Jeremías 31:31-34). Jesús estaba revelando cosas grandes y confirmando su existencia como el Redentor enviado por su Padre Dios. Jesús siguió su ministerio manifestando estas verdades que muchos no pudieron ver por sus duros corazones.

Leamos la siguiente cita del evangelio de San Marcos que expresa estas mismas verdades: “Tomó la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre (Éxodo 24:6-7) del nuevo pacto (Jeremías 31:31-34), que por muchos es derramada (Marcos 14:23-24)”.

Jesús había sido claro en el relato de Juan al decir: si no participamos de su carne y de su sangre estamos sencillamente muertos (Verso 53). Pero si participamos de su carne y de su sangre, de su vida y de su pacto, entonces tenemos vida eterna, vamos a ser glorificados en su segunda venida (Verso 54), vamos a permanecer en Él y Él en nosotros (Verso 56), viviremos por Él (Verso 57) y lo haremos eternamente (Verso 58).

MEDITAR/HACER MEMORIA
(Habíamos expuesto anteriormente: Pablo declara en el libro de corintios: “Haced esto en memoria de mi” [1º Corintios 11:24] y también: Todas las veces que lo hagamos la muerte del Señor anunciamos hasta que Él venga [1º Corintios 11:26]).

Ahora que somos parte de Él, porque hemos creído, en memoria de esta vida adquirida por Dios a través de su hijo Jesucristo: Recordamos su obra por medio de su carne y su sangre. Hacemos memoria, la anunciamos, es decir: REPETIMOS y DECLARAMOS PARA NOSOTROS y HACIA LOS OTROS DE LA VIDA DE LA CUAL SOMOS PARTE (1º Corintios 11:24, 26). Esto significa meditar en su gloriosa obra.

Esto es lo que creemos, en Jesús. Con devoción confiamos total y plenamente en Él no importa que, no importa la situación, no importa el contexto, no importa nada, porque el centro de mi vida debe ser Él.

Creer en Jesús es erradicar todo otro conocimiento vacío, para centrarnos en algo extraordinario. Para rendir obediencia.
No debemos caer en el error de creer en lo que nosotros queremos creer. Debemos creer en que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Pan que descendió del cielo para darnos vida en Él. Debemos entender que participar de su carne y su sangre es participar de su gloriosa obra para redimirnos. Debemos participar de Dios por medio de Jesucristo a través de la vida que nos ha dado en la persona del Espíritu Santo vivificando nuestras vidas, para no estar muertos lejos de Él. Debemos PARTICIPAR DE CRISTO, EN CRISTO, CON CRISTO Y PARA CRISTO.


Dios te bendiga


*1. Enfáticamente: El término para ser enfático en el discurso de Jesús es la partícula “amén”, proveniente del hebreo y escrito en griego (H543) por los evangelistas con el término: ἀμήν (G281). Esta expresión es totalmente enfática y se suele traducir también con la expresión: “de cierto, de cierto”. Esta expresión es utilizada en este relato varias veces por Jesús dejando en claro que estaba estableciendo una afirmación que no dejaba lugar a dudas.

*2. YO SOY: Este término es un título perteneciente solamente a Dios. En el pacto con Moisés Yahvé era reconocido como el gran YO SOY. También era una referencia mesiánica para aquel que iba de venir como enviado de Dios para redención de su pueblo. Esto aturdía fuertemente al judío del primer siglo ya que Jesús se autoproclamaba como Dios mismo confrontando la verdad de una manera directa y contundente. 





Por Carlos Samuel Mansilla
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